CONTEXTO HISTÓRICO, POLÍTICO Y SOCIAL
Las pantallas ocupan un lugar importante en nuestras vidas. Es una herramienta de comunicación y entretenimiento que va más allá de clases sociales, niveles culturales, género o edades[1].
Según el Instituto Nacional de Estadística (2020)[2], el 69,5% de los menores entre 10 y 15 años tienen un teléfono móvil. El 55% de los niños tiene un móvil entre los 8 y los 11 años. Con 15 años, la tasa asciende al 92,5%. Esta es una situación sin precedentes que un sector de población tan joven tenga acceso a un contexto tecnológico avanzado.
La media que los niños de entre 3 y 15 años pasan delante de las pantallas es de 3 horas al día. Esta cifra sube a 7 horas al día en adolescentes de 15 a 17 años[3]. Las conductas disfuncionales de esta exposición llevan a la falta de sueño, falta de concentración, problemas de vista, sobre peso y depresión en los casos más graves. A las pantallas se las “responsabiliza de aislar al niño, incitar a la violencia, disminuir el rendimiento escolar, de producir adicción y provocar obesidad, aunque en otros estudios se las considera verdaderas herramientas docentes”[4].
Actualmente, el hecho de estar conectados a cualquier hora, en cualquier sitio, está totalmente asumido socialmente. Según varios estudios, la principal razón de los padres para dar un móvil a sus hijos es la seguridad. Así el móvil se convierte en una herramienta de protección infantil. Sin embargo, en muchos casos el teléfono conlleva disputas familiares para controlar su uso y degradación de la comunicación intrafamiliar.
Para los niños, el tener un móvil se traduce en un territorio privado, independencia, autonomía y autoafirmación. Las pantallas son un chupete (“pacifier” en inglés) socialmente aceptado para entretener a nuestros menores (y adultos). Los niños reclaman el móvil para no quedarse aislados del grupo. Así el móvil se convierte en una herramienta de identidad grupal de ocio permanente. Este ocio es considerado por los adultos como superficial, pero como positivo por los menores.
Para los adolescentes, la “puesta de largo” o “presentación en sociedad” era históricamente el momento en el que los jóvenes podían participar en las actividades sociales reservadas para los adultos. Actualmente, el proporcionar un móvil a los niños coincide con ese momento especial (cumpleaños, o cualquier otra celebración) a partir del cual ya no se les considera niños.
El aprendizaje de los niños pasa por la imitación de los actos de sus padres y del entorno, así el menor ha entendido que las pantallas son imprescindibles para relacionarse. Esto confirma una vez más la teoría sociológica del habitus enunciada por Bourdieau (1979) en donde las personas de un entorno social tienden a compartir costumbres ya que sus recursos, estrategias y formas de evaluar el mundo son parecidas.
En cualquier caso, la presión social ligada a la adquisición de terminales aún no es parte del debate. Cuestiones como niños como nicho de mercado, problemas económicos derivados de la adquisición de pantallas (facturas mensuales, obsolescencia programada, problemas de salud) o el rol de las empresas al diseñar estrategias de compra sin ninguna protección al menor siguen invisibilizados.
Hasta el momento la responsabilidad del uso del teléfono móvil de los niños ha recaído sobre los padres. Varios estudios reflejan las dificultades que tenemos los padres para controlar ciertos terminales. Además de estas dificultades hay que sumar los conflictos familiares para imponer unas condiciones de uso, que una vez más pasan por programas informáticos que limiten la conexión a internet, anulando así el entrenamiento de los menores en la toma de decisiones.
Aunque en algunos países se han pedido medidas legales para obligar a los fabricantes a incluir por defecto un sistema de control parental gratuito y simplificado, en España los padres seguimos abandonados por las instituciones. Los colegios hasta ahora se han lavado las manos y nadie reclama ninguna responsabilidad a los fabricantes. Aunque parece que últimamente hay algunas reflexiones sobre restringir el uso de los teléfonos móviles en los colegios, el problema no se ha estudiado desde un punto de vista integral.
Tal vez, el normalizar esta realidad esté impidiendo o posponiendo reflexionar sobre los cambios sociales que se nos avecinan.
CUESTIONES FORMALES
La videoinstalación recogería un móvil, con una imagen en movimiento de un niño atrapado dentro de la pantalla, queriendo salir. Haré un video de un par de minutos de un niño detrás de un cristal biselado, golpeando y pidiendo auxilio para poder salir. Falta por decidir si el video será en blanco y negro o en color.
El sonido es uno de los ejes de la obra para reflejar la angustia de no poder salir y no poder ayudarlo.
A la vez, el móvil estaría dentro de una jaula física. Los más jóvenes se podrán identificar con la imagen del móvil y los adultos con la imagen sólida de la jaula. Todos los elementos jugarían con el concepto de estar encerrado y no poder salir, no saber cómo salir.
Dependiendo de los medios que consiga, podría repetir varias veces la videoescultura con niños y sonidos diferentes para subrayar la necesidad de ponerse de acuerdo pronto.
En principio, había pensado en poner la jaula con el móvil sobre una silla de colegio, pero Valeria me aconsejó repensar la idea.
La jaula se podría colgar de la pared y dejar la silla de colegio cerca.
O simplemente prescindir de la silla y poner la video escultura en un pedestal que reforzara la idea de obra de arte.
Tal vez, una reflexión más profunda de cómo sería el espacio expositivo podría contextualizar mejor estas cuestiones.
CUESTIONES INTERPRETATIVAS
¿Cómo entró? Todos lo sabemos, la pregunta es ¿cómo saldrá?
Las imágenes de niños con un móvil en las manos nos son totalmente cotidianas y por lo tanto están muy normalizadas. El objetivo de la videoescultura que propongo es impactar al espectador con lo inesperado y la urgencia. Mi intención es realizar una videoescultura para reflexionar del problema al que nos enfrentamos al incorporar las pantallas en la infancia, con un foco especial en los teléfonos móviles. Se trata de romper con la apariencia silenciosa del problema y reflejar la urgencia de actuar conjuntamente desde varios ángulos y no dejar a los padres con la carga de la responsabilidad, aislados y sin recursos ante un problema que es global.
La videoescultura transmite la angustia del niño atrapado y nos urge a actuar, pero no sabemos cómo ayudarle. La videoescultura nos habla de un hecho global y de las malas prácticas de la sociedad de consumo, en donde se inculca la prioridad de lo inmediato, a sabiendas, en muchos casos, del impacto negativo que esto puede tener en las próximas generaciones.
Así, la videoescultura subraya la vulnerabilidad de niños y familias, atrapados en el sistema capitalista. La videoescultura trata diferentes aspectos como, las dificultades del control parental, comportamientos adictivos de los niños, adquisición del móvil como acto social y los conflictos que esto conlleva.
En definitiva, se trata de reflexionar sobre los usos, influencias y responsabilidades de los diferentes actores y abrir la reflexión a nivel individual. Esta acción tiene como objetivo reflexionar de forma urgente sobre del uso del móvil en la infancia y las medidas sociales necesarias para afrontar una nueva realidad. Se trata de utilizar el centro del problema – el movil y el niño – como verdadero protagonista del mensaje. A su vez, la construcción del significado se realiza mediante el elemento simbólico que es la jaula. Ésta refuerza el mensaje y atrae la mirada del espectador. La intención es que tanto niños como padres se van reflejados y sean los primeros en reclamar la globalización del problema.
[1] La telefonía móvil en la infancia y la adolescencia. Oficina del Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid. 2008. Página 5.
[2] Citado en Alonso Diaz, Gonzalez Luis, Rodriguez de los Reyes. (2021). “Uso del teléfono móvil en la infancia”. Universidad de la Laguna.
[3] France 24. Enfants et écrans : les effets néfastes d’un usage excessif.
[4] https://zonahospitalaria.com/los-videojuegos-en-la-infancia-y-la-adolescencia/
Potente el gran mensaje que lanzas con tu trabajo.
Enhorabuena!